EL TRAYECTO HACIA LA RIQUEZA CUENTA CON UN ATAJO
Hay una carretera oculta que conduce a la riqueza y la libertad financiera, un atajo que
puede recorrerse a una velocidad deslumbrante y que permite alcanzar la riqueza en la
plenitud de la juventud y no en la decrepitud
de la senectud.
En efecto, no tienes por qué conformarte con la mediocridad. Puedes vivir rico, jubilarte cuatro décadas antes de lo habitual y llevar una vida que la mayoría no puede permitirse.
Por desgracia, el atajo mencionado
está ingeniosamente disimulado para que no
puedas verlo. En lugar de llevarte al atajo, te
conducen por un camino paralizante cuyo fin
es la mediocridad: una deslustrada cornucopia
de estratagemas financieras adaptadas a las
masas adormecidas, innumerables directrices
que te llevan a sacrificar tus sueños más salvajes en favor de unas expectativas entumecidas.
Entonces, algún día, cuando tengas sesenta y cinco años, serás rico». Esta directriz es un decreto que nos dice que entreguemos nuestra vida a cambio de la vida. Es la ruta larga, y no, no es pintoresca. Si la riqueza fuera un viaje oceánico, la instrucción de «hazte rico poco a poco» consistiría en navegar alrededor del cuerno de América del Sur, mientras que la vía rápida consistiría en utilizar el atajo: el canal de Panamá.
La vía rápida para ser millonario no es una
estrategia estática que predique directrices concretas como «compra bienes inmuebles»,
«piensa en positivo» o «emprende un negocio», sino que es una fórmula psicológica y
matemática completa que descifra el código de
la riqueza y abre la verja que permite acceder al
atajo.
La vía rápida ofrece una serie de indicaciones, en orden progresivo, que permiten que lo indecible llegue a ser probable: que vivas rico hoy, aún eres joven, décadas antes del momento en que se supone que deberías alcanzar la riqueza, al jubilarte. Sí, puedes gozar de toda una vida de libertad y prosperidad, tanto si tienes dieciocho años como si tienes cuarenta. Lo que puede conseguirse en cincuenta años con la estrategia del «hazte rico poco a poco» puede lograrse en cinco con el atajo que es la vía rápida.
¡Invierte en bienes raíces!
¡Comercia con divisas! ¡Hazte futbolista profesional! «¡¿Qué tengo que hacer?!», exclama el
buscador de riqueza.
¡Detente, por favor! La respuesta tiene que
ver más con lo que has estado haciendo que
con lo que no has estado haciendo. Hay un
viejo proverbio cuya formulación ha cambiado
varias veces, pero su esencia es esta: si quieres
seguir obteniendo lo que estás obteniendo,
sigue haciendo lo que estás haciendo.
¿La traducción? ¡DETENTE! Si no te has hecho rico, DEJA de hacer lo que estés haciendo.
DEJA de seguir los consejos convencionales.
DEJA de seguir a la multitud y de usar la fórmula incorrecta.
DEJA de seguir el itinerario que prescinde de los sueños y conduce a la mediocridad.
DEJA de ir por carreteras que restringen la velocidad y que te obligan a tomar un sinfín de desvíos.
Llamo a todo esto anticonsejos, y gran parte de esta obra está centrada en evitar que perseveres en ellos.
Este libro expone cerca de trescientas indicaciones relativas a la riqueza diseñadas para descifrar el código del enriquecimiento, sacarte de la carretera en la que estás actualmente y hacerte entrar en otra en la que podrás descubrir el atajo a la riqueza. Las indicaciones son marcadores direccionales para que pongas fin a tus viejas formas de actuar, pensar y creer y te reorientes en una nueva dirección. Esencialmente, debes desaprender lo que has aprendido.
Este apartado es para los envidiosos. Presento la vía rápida con un cinismo descarado. Este libro contiene mucha «mano dura», y puesto que es tendencioso, en última instancia deberás buscar tu propia verdad. La vía rápida podrá hacerte sentir insultado, ofendido o desafiado, porque va en contra de todo lo que te han enseñado. Va a contradecir las enseñanzas de tus padres, profesores y asesores financieros. Y como yo contravengo todo lo que la sociedad representa, puedes apostar a que las mentes mediocres tendrán problemas con mis mensajes.
Las personas que declaran que «el dinero no compra la felicidad» ya han llegado a la conclusión de que nunca tendrán dinero. Este viejo equívoco es el portador de la antorcha de su pobreza (si el dinero no compra la felicidad, ¿por qué ahorrarlo?).
Pero la lógica nos lleva a hacernos el siguiente planteamiento: si el dinero no compra la felicidad, ¿lo hace la pobreza? ¿El tipo que posee un Ferrari tiene automáticamente un pene pequeño mientras que el que está detrás del volante de un Honda tiene que estar bien dotado? Busca en Google la frase «el dinero no compra la felicidad». Una página tras otra llegan a la conclusión de que el dinero no influye en la felicidad.
¿Debería sorprendernos que un empresario de Connecticut con un salario de seis cifras sea menos feliz que un pastor de ganado de Kenia? No, en absoluto. El hecho es que estos análisis se quedan cortos porque no identifican al verdadero ladrón de la felicidad: la servidumbre, la antítesis de la libertad.
La paradoja es que cuando la mayoría de las personas ganan «más dinero», esto no las hace ser más libres, sino menos. Al crearse un estilo de vida basado en la servidumbre, la mayor afluencia de dinero tiene un efecto destructivo sobre la tríada de la riqueza: la familia, el buen estado de forma y la libertad.
En efecto, no tienes por qué conformarte con la mediocridad. Puedes vivir rico, jubilarte cuatro décadas antes de lo habitual y llevar una vida que la mayoría no puede permitirse.
¿Cuál es este camino?
La mediocridad financiera, conocida como «hazte rico poco a poco», «la vía lenta» o «la riqueza en silla de ruedas». Se concreta en este sermón tedioso: «Ve a la escuela y a la universidad, saca buenas notas, gradúate, consigue un buen trabajo, ahorra un diez por ciento de tus ingresos, invierte en el mercado de valores, saca el máximo partido a tu plan de pensiones, * reduce tus tarjetas de crédito y recorta cupones...Entonces, algún día, cuando tengas sesenta y cinco años, serás rico». Esta directriz es un decreto que nos dice que entreguemos nuestra vida a cambio de la vida. Es la ruta larga, y no, no es pintoresca. Si la riqueza fuera un viaje oceánico, la instrucción de «hazte rico poco a poco» consistiría en navegar alrededor del cuerno de América del Sur, mientras que la vía rápida consistiría en utilizar el atajo: el canal de Panamá.
La vía rápida ofrece una serie de indicaciones, en orden progresivo, que permiten que lo indecible llegue a ser probable: que vivas rico hoy, aún eres joven, décadas antes del momento en que se supone que deberías alcanzar la riqueza, al jubilarte. Sí, puedes gozar de toda una vida de libertad y prosperidad, tanto si tienes dieciocho años como si tienes cuarenta. Lo que puede conseguirse en cincuenta años con la estrategia del «hazte rico poco a poco» puede lograrse en cinco con el atajo que es la vía rápida.
¿QUÉ TAL SI TOMAS EL ATAJO?
Si eres el buscador de riqueza típico, tu enfoque puede sintetizarse en una pregunta intemporal: ¿qué debo hacer para enriquecerme? La búsqueda de la respuesta (el Santo Grial que es la riqueza) te lanza a una persecución en la que encuentras una diversidad de estrategias, teorías, carreras profesionales y planes que, supuestamente, traerán la prosperidad a tu vida.DEJA de seguir los consejos convencionales.
DEJA de seguir a la multitud y de usar la fórmula incorrecta.
DEJA de seguir el itinerario que prescinde de los sueños y conduce a la mediocridad.
DEJA de ir por carreteras que restringen la velocidad y que te obligan a tomar un sinfín de desvíos.
Llamo a todo esto anticonsejos, y gran parte de esta obra está centrada en evitar que perseveres en ellos.
Este libro expone cerca de trescientas indicaciones relativas a la riqueza diseñadas para descifrar el código del enriquecimiento, sacarte de la carretera en la que estás actualmente y hacerte entrar en otra en la que podrás descubrir el atajo a la riqueza. Las indicaciones son marcadores direccionales para que pongas fin a tus viejas formas de actuar, pensar y creer y te reorientes en una nueva dirección. Esencialmente, debes desaprender lo que has aprendido.
TU REALIDAD NO CAMBIA LA MÍA.
Este apartado es para los envidiosos. Presento la vía rápida con un cinismo descarado. Este libro contiene mucha «mano dura», y puesto que es tendencioso, en última instancia deberás buscar tu propia verdad. La vía rápida podrá hacerte sentir insultado, ofendido o desafiado, porque va en contra de todo lo que te han enseñado. Va a contradecir las enseñanzas de tus padres, profesores y asesores financieros. Y como yo contravengo todo lo que la sociedad representa, puedes apostar a que las mentes mediocres tendrán problemas con mis mensajes.
EL DINERO NO COMPRA LA FELICIDAD... ¿LA POBREZA SÍ LO HACE?
Las personas que declaran que «el dinero no compra la felicidad» ya han llegado a la conclusión de que nunca tendrán dinero. Este viejo equívoco es el portador de la antorcha de su pobreza (si el dinero no compra la felicidad, ¿por qué ahorrarlo?).
Pero la lógica nos lleva a hacernos el siguiente planteamiento: si el dinero no compra la felicidad, ¿lo hace la pobreza? ¿El tipo que posee un Ferrari tiene automáticamente un pene pequeño mientras que el que está detrás del volante de un Honda tiene que estar bien dotado? Busca en Google la frase «el dinero no compra la felicidad». Una página tras otra llegan a la conclusión de que el dinero no influye en la felicidad.
¿Debería sorprendernos que un empresario de Connecticut con un salario de seis cifras sea menos feliz que un pastor de ganado de Kenia? No, en absoluto. El hecho es que estos análisis se quedan cortos porque no identifican al verdadero ladrón de la felicidad: la servidumbre, la antítesis de la libertad.
La paradoja es que cuando la mayoría de las personas ganan «más dinero», esto no las hace ser más libres, sino menos. Al crearse un estilo de vida basado en la servidumbre, la mayor afluencia de dinero tiene un efecto destructivo sobre la tríada de la riqueza: la familia, el buen estado de forma y la libertad.