SINOPSIS
De la autora #1 del New York Times, Colleen Hoover, una historia apasionante sobre amistad, traición, amor y sobre la encantadora música que inspira a una joven mujer a poner su vida en orden. A sus veintidós años, Sydney tiene una gran vida: Está en la universidad, tiene un trabajo estable, está enamorada de su maravilloso novio y está viviendo con su mejor amiga, Tori. Pero todo cambia cuando lo descubre engañándola con Tori, y ahora tiene que decidir qué hacer. Sydney queda cautivada por Ridge Lawson, su misterioso vecino. No puede apartar sus ojos de él o dejar de escucharlo tocar la guitarra todos los días en su balcón. Y hay algo sobre Sydney que Ridge no puede ignorar, tampoco. Cuando su inevitable encuentro ocurre, pronto descubren que se necesitan el uno al otro en más de un sentido…
PRÓLOGO
Traducido por Mel Cipriano Corregido por CrisCras Sydney Acabo de darle un puñetazo en la cara a una chica. Y no a cualquier chica. A mi mejor amiga. Mi compañera de cuarto. Bueno, supongo que desde hace cinco minutos debería estar llamándola mi ex-compañera de cuarto. Su nariz comenzó a sangrar casi de inmediato, y durante un segundo, me sentí mal por haberla golpeado. Pero entonces recordé lo puta, traicionera y mentirosa que era, y me dieron ganas de golpearla de nuevo. Lo hubiera hecho si Hunter no lo hubiese impedido, parándose entre las dos. Así que en vez de golpearla, lo golpeé a él. No le hice ningún daño, por desgracia. Nada comparado al daño que le hice a mi mano. Golpear a alguien duele mucho más de lo que me imaginaba.
No es que me pase una cantidad excesiva de tiempo imaginando cómo se sentiría golpear a la gente. Aunque comienzo a sentir el impulso de nuevo al observar mi teléfono, al mensaje de texto entrante de Ridge. Él es otro de quien me gustaría vengarme. Sé que técnicamente no tiene nada que ver con mi situación actual, pero podría haberme avisado un poco antes. Así que también me gustaría darle un puñetazo. Ridge: ¿Estás bien? ¿Quieres venir hasta que la lluvia se detenga? Por supuesto que no quiero ir. De por si, mi puño ya duele lo suficiente. Si fuese al departamento de Ridge, me dolería aún más luego de haber terminado con él. Me doy la vuelta y miro hacia el balcón. Se encuentra apoyado contra la puerta corrediza de vidrio, teléfono en mano, mirándome.
Es casi de noche, pero las luces del patio iluminan su rostro. Sus ojos oscuros se centran en los míos, y la forma en que su boca se curva hacia arriba en una sonrisa suave y arrepentida, hace que sea difícil recordar por qué aún estoy molesta con él. Se pasa la mano libre por el cabello que cuelga sobre su frente, revelando aún más la expresión de preocupación en su rostro. O tal vez sea de pesar. Como debe ser. Decido no responder, y en su lugar le enseño mi dedo medio. Niega con la cabeza, y se encoge de hombros, como diciendo lo intenté, para luego entrar a su apartamento, deslizando la puerta para cerrarla. Pongo el teléfono en mi bolsillo para no mojarlo, y miro a los alrededores del patio en el complejo de apartamentos donde he vivido durante dos meses enteros.
Cuando nos mudamos, el caliente verano de Texas se tragaba hasta los últimos vestigios de la primavera, pero parecía que este patio de algún modo aún se aferraba a la vida. Vibrantes hortensias azules y púrpuras decoraban las pasarelas que conducen a las escaleras, y la fuente colocada en el centro veía un flujo constante de visitantes jóvenes. Ahora que el verano ha llegado a su pico más atractivo, el agua de la fuente se ha evaporado desde hace tiempo. Y las hortensias son un recuerdo triste y marchito de la emoción que sentí cuando Tori y yo nos mudamos aquí. Mirando el patio, ahora vencido por la temporada, veo un inquietante paralelismo en cómo me siento en este momento. Derrotada y triste.
Me encuentro sentada en el borde de la fuente de cemento ahora vacía, con los codos apoyados en las dos maletas que contienen la mayor parte de mis pertenencias, esperando a que un taxi venga a recogerme. No tengo idea de a dónde va a llevarme, pero sé que preferiría estar en cualquier otro lugar que en donde estoy en estos momentos. Lo que es… bueno, sin hogar. Podría llamar a mis padres, pero eso sólo les daría razones para comenzar a dispararme con todos esos “te lo dijimos.” Te dijimos que no te mudaras tan lejos, Sidney. Te dijimos que no te lo tomaras en serio con ese tipo. Te dijimos que si hubieses elegido estudiar Pre-leyes1 en vez de música, hubiésemos pagado por ello. Te dijimos que debías golpear con el dedo pulgar en la parte exterior de tu puño.
De acuerdo, tal vez nunca me enseñaron las técnicas de golpe adecuadas, pero si todo el maldito tiempo tenían la razón, debieron haberlo hecho. Aprieto mi puño, extiendo los dedos, y luego los cierro de nuevo. Mi mano se encuentra sorprendentemente adolorida, y estoy bastante segura de que debería ponerle hielo. Me siento mal por los chicos. Golpear es una mierda. ¿Saben que otra cosa es una mierda? La lluvia. Siempre busca el momento más inadecuado para caer, como ahora mismo, cuando no tengo casa. El taxi finalmente se detiene frente a mí, y me levanto para tomar mis maletas. Las ruedo detrás de mí mientras el taxista se baja y abre el baúl.
Antes de que incluso le entregue la primera maleta, mi corazón se hunde cuando de repente me doy cuenta de que ni siquiera tengo mi bolso. Mierda. Miro a mi alrededor, hacia donde me encontraba sentada, luego hacia mi cuerpo, como si el bolso fuese a aparecer mágicamente en mi hombro. Pero sé exactamente dónde está. Lo arranqué de mi hombro y lo dejé caer al suelo justo antes de golpear a Tori en su nariz de Cameron Díaz. Suspiro. Y me río. Por supuesto, dejé mi bolso. Mi primer día de estar sin hogar habría sido demasiado fácil si hubiera tenido un bolso conmigo.
—Lo siento —le digo al taxista, que ahora se encuentra cargando mi segunda pieza de equipaje
—. He cambiado de opinión. No necesito un taxi en este momento. Sé que hay un hotel a cerca de medio kilómetro de aquí. Si pudiera reunir el coraje para volver a entrar y conseguir mi bolso, podría caminar allí y conseguir una habitación hasta que decida qué hacer. No es como si ya no estuviera completamente empapada. El conductor saca las maletas de nuevo, las coloca en la acera frente a mí, y camina de nuevo al lado del conductor sin siquiera hacer contacto visual. Él simplemente se sube a su auto y se va, como si mi cancelación fuese un alivio. ¿Me veo tan patética? Tomo mis maletas y camino de regreso a donde me encontraba sentada antes de darme cuenta que no tenía bolso. Echo un vistazo a mi apartamento y me pregunto qué pasaría si volviera allí para buscar mi billetera. En cierto modo dejé las cosas hechas un lío cuando entré por la puerta. Creo que prefiero estar sin hogar y en la lluvia, que volver allí.
Tomo asiento en mi equipaje de nuevo y contemplo mi situación. Podría pagarle a alguien para ir arriba por mí. Pero no hay nadie aquí afuera, y ¿quién sabe si Hunter o Tori siquiera le darían mi bolso a esa persona? Esto apesta de verdad. Sé que voy a tener que acabar llamando a uno de mis amigos, pero en este momento me siento demasiado avergonzada como para decirle a nadie cuán tonta he sido durante los últimos dos años. He estado completamente ciega. Ya estoy comenzando a odiar tener veintidós años, y aún tengo que soportar otros 364 días para que eso cambie. Apesta tanto que estoy…
¿llorando? Genial. Ahora estoy llorando.
Soy una chica violenta y llorona, sin hogar y sin bolso. Y por mucho que no quiera admitirlo, creo que también podría tener el corazón roto. Sí. Ahora es un sollozo. Estoy bastante segura de que esto debe de ser lo que se siente al tener el corazón roto.
—Está lloviendo. Date prisa. Subo la mirada para ver a una chica de pie junto a mí. Sostiene un paraguas sobre su cabeza y me mira con apuro mientras salta de un pie al otro, esperando a que yo haga algo.
—Me estoy mojando. Date prisa. Su voz es un poco exigente, como si me estuviese haciendo algún tipo de favor y yo fuera una desagradecida. Arqueo una ceja al mirarla, protegiéndome de la lluvia con una mano. No sé por qué se queja sobre mojarse cuando no hay mucha ropa que mojar.
No lleva casi nada. Echo un vistazo a su camisa, que no tiene mitad inferior, y me doy cuenta de que se trata de un uniforme de Hooters
2. ¿Podría este día volverse aún más extraño? Me encuentro sentada en casi todo lo que tengo, bajo un aguacero torrencial, siendo correteada por una perra camarera de Hooters. Todavía estoy mirando su camisa cuando ella agarra mi mano y me levanta en una rabieta.
—Ridge dijo que podrías hacer esto. Tengo que ir a trabajar. Sígueme, y te mostraré donde está el apartamento.
—Agarra una de mis maletas, levanta el mango y la empuja hacia mí. Toma la otra y camina rápidamente fuera del patio. La sigo, por ninguna otra razón más que por el hecho de que se ha llevado una de mis maletas y la quiero de vuelta. Grita por encima de su hombro mientras comienza a subir la escalera.
—No sé cuánto tiempo planeas quedarte, pero sólo tengo una regla. Mantente fuera de mi habitación.